El catalizador de la erupción fue un potente enjambre sísmico, que incluyó un terremoto de magnitud 6.8 cerca de las Islas Kuriles, según datos del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS). Científicos y equipos de monitoreo rusos han establecido una fuerte correlación entre estos temblores y la reactivación del volcán, que había permanecido latente durante siglos. La presión acumulada por los movimientos tectónicos probablemente desestabilizó la cámara magmática del Krasheninnikov, forzando el magma hacia la superficie.
Tras el sismo principal, el volcán expulsó una imponente columna de ceniza y gas que se elevó varios kilómetros en la atmósfera, un espectáculo de la naturaleza no visto en esta ubicación desde hace más de cuatro siglos. La erupción provocó la emisión de una alerta de tsunami para las costas cercanas, aunque esta fue cancelada posteriormente por las autoridades rusas.
Este evento subraya la dinámica y la interconexión de las fuerzas geológicas en el Anillo de Fuego del Pacífico, una de las zonas con mayor actividad sísmica y volcánica del planeta. Las autoridades locales y los vulcanólogos continúan monitoreando de cerca el Krasheninnikov ante la posibilidad de nuevas fases eruptivas.